jueves, 25 de abril de 2013

Ojalá



Benjamín Menéndez está entre nuestros mejores artistas contemporáneos. 

Él y Estelita, su pareja, son buenos amigos de tu padre y yo he tenido la suerte de compartir su amistad.
Hace siete años visitamos su tierra, Asturias, y disfrutamos durante unos días de su hospitalidad. 
Recuerdo momentos llenos de luz descubriendo su obra y celebrando nuestro encuentro con su preciosa familia.

Visitamos Avilés y admiramos Avilés, la escultura homónima fabricada en acero corten y hormigón armado que guarda la ría como un vigía de 30 metros de altura, como tres fantásticas velas al viento...

También pudimos ver de cerca su pintura, llena de color y de magia, sin poder resistirnos a traernos un poquito a casa y, con ella, felicidad.

Aquí tienes, Zoe, un poema que habla de deseos, del destino y de hilos de plata que nos unen...



Ojalá que no nos falten nunca infinitos caminos hacia tierras innúmeras; todas espléndidas y diversas en sus maravillas; ojalá que mi piel de ébano funda bien con tus sábanas de escarcha; ojalá mi carmín no desmerezca en el rosedal de tus antepasados; ojalá que tu mano de especias no deje de acariciar de cuando en cuando mis fogones; ojalá que florezcan otra vez las calas, como quiera que se llamen allí donde florezcan y quienquiera que las riegue; ojalá no creamos nunca esa falacia de que la vida es devanar un ovillo con cuyo extremo nacemos atado al cuello; ojalá nunca olvidemos que el mundo no es el carril de una autopista por donde circular a ritmo constante, siguiendo las señales luminosas; ojalá me salpique otra vez la ola de la Tempestad de Turner cuando acerque la nariz a ella, aprovechando el bostezo del vigilante; ojalá sean tan herméticas las palabras del oráculo que no quepa, para saber del porvenir, más que esperar sencillamente a que llegue; ojalá que luego me llames para contarme que la cosecha de este año no tiene precedentes, que guardáis papas hasta debajo del colchón; ojalá no nos destripen antes de haber cruzado la carretera y visto a conciencia el otro lado; ojalá que no me muera sin probar tu bastella, ojalá que no me fallen las fuerzas para encontrar en las piedras el sabor del pan; ojalá no te vayas sin contarme cómo hicisteis para libraros de aquel djin; ojalá que no me duerma esta noche justo en esa parte del cuento; ojalá no agonicen de desidia los trasgos en los bosques electrificados del norte; ojalá hubiera tantos pares de zapatos como de pies, tantos faros como amenazas de naufragio, tantas estrellas como ojales de noche; y por último, que no por ello menos importante, ojalá que, múltiples como somos, nada en el mundo nos haga olvidar nunca que nuestro origen y nuestro destino confluyen entre la tierra y el cielo, entre la tierra que nos alimenta y el cielo, que se abre para que escribamos, en todas las direcciones, rutas de hilo de plata, como estelas de aviones diminutos, como hebras de cabello de sirena; pase lo que pase, ojalá no olvidemos que cuanto más espesa sea la red de vías, cuanto más tupida la maraña de hilos, de ires y venires, tanto más abrigado será el manto bajo el que andar, a tientas, los senderos de la noche.

INCH'ALLÁH 

Eberhardt, 2004












Ojalá nos encontremos muy pronto.

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