Una de las muchas cosas que se pueden hacer con niños un domingo por la mañana, si el tiempo acompaña, es salir a volar una cometa.
No me gusta demasiado el viento pero tiene sus ventajas. Juego de palabras porque etimológicamente, "ventaja", del francés avantage, tuvo un significado propio distinto: denominaba la parte delantera de un barco, que recibía el azote del viento (también llamada proa, tajamar, roda o aflasto) y fue a partir del siglo XII cuando empezó a utilizarse en sentido figurado como "lo que se sitúa delante" "utilidad", "superioridad" o "ganancia anticipada" tal como hoy día hacemos.
La primera vez que recuerdo haber volado una cometa (o verla volar) fue con mis primos mayores, en una playa de Levante. Tengo muchos recuerdos de aquella época y mi cariño hacia ellos y hacia mis tíos Pedro y Loli permanece a pesar de que no nos veamos a menudo. Ahora es más fácil seguir en contacto en la distancia.
Y ha sido precisamente mi tío Pedro quien me ha hecho un regalo con el enlace a un documental titulado Romancing the wind. Muchas gracias por todo, sabes que nunca olvidaré que me diste tu apoyo cuando lo necesité.
Este vídeo muestra unas imágenes preciosas: Ray Bethell, un canadiense de ochenta y pico años, volando sus cometas con una pericia increíble.
La música también está escogida de una manera exquisita: es el Dúo de las flores de la ópera Lakmé del compositor Léo Delibes.
¡Qué ganas tengo de salir los cinco juntos cada domingo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario