Esta vista de la calle Azafranal de Salamanca me trae muchos recuerdos de mi infancia y adolescencia.
Sobre todo de las Navidades.
Nos reuníamos con mis tíos y primos en casa de mis abuelos maternos.
Recuerdo el frío, las luces de la Plaza Mayor, las tardes de cine... y, como una luz dorada, el cariño y la alegría de estar todos juntos.
Las mañanas las pasábamos en la librería Cervantes: cuatro niños (mi hermana, mis queridos primos Aníbal y Diana y yo) sentados en las escaleras de madera, rodeados de estanterías cargadas hasta arriba de cuentos y libros maravillosos...
Zoe, el paraíso de cualquier niño.
Gracias a las "dotes diplomáticas" de mi tía Marga, cliente de toda la vida, la dueña del establecimiento nos daba permiso para leer y leer; de vez en cuando, la buena señora pasaba a nuestro lado y nos cerraba un poquito los libros, temerosa, como es lógico, de que los estropeásemos.
Fueron mañanas de felicidad y estoy segura de que los cuatro guardaremos siempre este recuerdo en nuestros corazones.
¡El paraíso de la infancia! ^^ ¿Te imaginas cuando sean estos los que troten por esas escaleras? Eso suponiendo que aquella sección de tebeos, donde estaban todos los Astérix y todos los Tintines y Mortadelos del mundo, siga estando ahí...
ResponderEliminarLa verdad es que para nosotros era una biblioteca infantil en toda regla, algo muy poco habitual a finales de los 70 y principios de los 80.
ResponderEliminarMe hará ilusión que los peques conozcan esta parte de nuestras vidas.
¡Besitos, guapo!